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«Este cuadro de resultados significa, en primer lugar, que una mayoría social vasca ha apostado por una política realizada desde aquí y desde ahora, centrada en la defensa constante, día a día, de los intereses vascos. Hemos desdeñado las opciones estatales, PSOE y PP, puesto que se han mostrado incapaces de promover nada que sea provechoso para la economía vasca, la sociedad vasca o la política vasca. A Amaiur, por su parte, le han frenado (respecto a mayo, Aralar apenas le ha aportado un puñado de votos) su falta de propuestas para un presente muy crítico para el país y su dramatizada obsesión por desbordar al PNV.»

En la noche del domingo, la agencia EFE destacaba el resultado de Amaiur como “victoria histórica”. Sin duda, era noche de victorias y derrotas. La asignación de lo que a cada fuerza le corresponde de la una (victoria) o de la otra (derrota) forma parte del debate político que prosigue.

La caída del voto a los partidos españoles es clara e inapelable. Y, aunque de histórico sí pueda calificarse el apoyo popular obtenido por Amaiur en estas elecciones, el anuncio de su victoria no es en absoluto congruente con los resultados contados en votos ciudadanos.

Subrayo lo de votos ciudadanos por varias razones. Primero, porque es la forma más directa de medir el apoyo social real. Después, porque la foto que Antigüedad ha pedido reiteradamente durante la campaña era la de la activación popular en votos contantes y sonantes. Y, finalmente, porque manejar como signo de victoria el mayor número de representantes obtenidos chocaría directamente con la irrelevancia que, frente a sus representados, Amaiur otorga a los cargos públicos.

Cada partido o coalición puede incidir en el rasgo que le convenga del retrato de las elecciones del 20-N. Y es cierto que las cifras siempre se envuelven en un discurso interpretativo. Sin embargo, hay datos que no pueden ser discutibles. En la CAV, ha ganado el PNV con casi 40.000 votos más que Amaiur y 80.000 sobre el PSOE. En Nafarroa, ha ganado la alianza UPN/PP. Contabilizando los cuatro territorios del País Vasco peninsular, el PNV y sus aliados acumulan el mayor número de votos populares con 30.000 votos de diferencia sobre el PP y sus coaligados y casi 33.000 de ventaja respecto a la izquierda abertzale y sus socios.

Este cuadro de resultados significa, en primer lugar, que una mayoría social vasca ha apostado por una política realizada desde aquí y desde ahora, centrada en la defensa constante, día a día, de los intereses vascos. Hemos desdeñado las opciones estatales, PSOE y PP, puesto que se han mostrado incapaces de promover nada que sea provechoso para la economía vasca, la sociedad vasca o la política vasca. A Amaiur, por su parte, le han frenado (respecto a mayo, Aralar apenas le ha aportado un puñado de votos) su falta de propuestas para un presente muy crítico para el país y su dramatizada obsesión por desbordar al PNV.

Además, con el cese definitivo de ETA, y la crisis interminable como factores relevantes del conjurado nuevo tiempo, parecía que estas elecciones convocaban a la irrupción arrolladora de los polos tanto en España como en Euskadi. El escenario de confrontación que se derivaría de esto sólo auguraría ventajas a quienes quieren proseguir el conflicto por otros medios. El PP, ciertamente, ha triunfado allí. Pero, Amaiur no lo ha hecho aquí.

Con la paz irlandesa, se desfondaron las fuerzas menos asociadas (SDLP y UUP) al conflicto armado. En Euskadi, la posibilidad de un comportamiento similar del electorado vasco que nos llevase hacia un frentismo político era motivo real de preocupación. Afortunadamente, no ha sucedido así. Las gentes vascas han preferido asignar un mayor apoyo popular a una fuerza política, el PNV, con un programa de construir Euskadi y una contrastada experiencia de promoción de integración social.

Se ha dicho que para el asentamiento de la paz era necesaria la activación social. Nadie puede discutir que este 20-N nos dado una expresión muy notable de compromiso social. Una expresión plural, sin duda. Pero, también una manifestación popular en favor de un liderazgo. Si la paz depende de la realización de la ruta prevista en Aiete, de la que todavía hay visiones plurales encontradas, no puede desconocerse que el punto de vista con mayor respaldo social es el que han conseguido el PNV y sus aliados. Eso otorga a estas fuerzas un papel político principal que deberían cumplir con responsabilidad y transparencia, ingredientes necesarios para evitar tutelajes y conservar el apoyo popular de una sociedad activada y no gregarizada.

También lo social y lo económico han tenido un peso determinante en estas elecciones. Aparte del logro, mediante la iniciativa y lucha constante del grupo vasco del PNV en las Cortes españolas, de competencias sociales tan importantes como las políticas activas de empleo, sobre el telón de fondo de la crisis económica muchos vascos han reconocido la ingente labor económica y de cohesión social desarrollada durante décadas por gobiernos vascos nacionalistas.

De cara al horizonte Euskadi 2013, propondría que el PNV refuerce y acentúe esta asociación entre construcción nacional y construcción social. La dimensión de las demandas sociales sigue creciendo. Y, en las próximas elecciones vascas, esta cuestión será decisiva.

En los momentos críticos, la esperanza reside en un cambio social, que transforme el modelo fracasado. Acentuar lo social en Euskadi significaría apostar por un proyecto de reforma social que tome pie en una realidad de alto grado de cohesión y un proyecto económico que consolide un tejido productivo arraigado al país. Pero, acentuar lo social sería también trabajar por asegurar la trama civil vasca y por reponer una confianza de la sociedad en las instituciones ahora erosionada por múltiples razones.

La cuestión social desafía a todas las ideologías, pero el nacionalismo vasco ya tiene un camino recorrido. No se trata de dar saltos revolucionarios al vacío, sino que habría que progresar como sabemos, paso a paso, día a día. Ya que el éxito de lo social es, no lo olvidemos, la mejor garantía para que avancemos por una vía de desarrollo nacional sin vuelta atrás.

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