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Hace treinta años, Irala y los Bultzagileak escribieron el libro ‘Revolución-represión o burujabetza’ que, leído hoy de nuevo, se revela como uno de los mejores libros que se han escrito sobre la cuestión vasca. La obra es una auténtica invitación a recurrir a un salida democrática sobre la base de la experiencia histórica vasca para evitar la recreación de una espiral vasca de enfrentamiento violento, alimentada por los términos ‘Revolución’ y ‘Represión’.
Los dos polos de la espiral buscan ‘acumular’ para situarse frente contra frente, diluyendo el principio fundamental del libre pluralismo, y ofreciendo a la sociedad vasca una única disyuntiva. Burujabetza no es esa ‘acumulación’ amorfa puesta de moda por el retorcido lenguaje con que la izquierda abertzale aborda el ‘nuevo tiempo’. Burujabetza es una línea de integración democrática permanente. Y es la manifestación de la tradición personalista y popular (de libertad personal y colectiva) de nuestros antepasados, que entiende la libertad como resistencia a toda ‘dependencia impuesta’, o la ‘libertad como no dominación’, que diría la moderna doctrina republicana.
La problemática de los presos es a la vez una muestra y un reflejo de la extensa geografía del sufrimiento que ha dejado ETA. Ante esta tan crítica cuestión, ¿hay espacio para que el PNV (que, según los autores, era el principal agente de Burujabetza) desarrolle una línea de integración democrática a salvo de las estrategias de ‘dominación’ desplegadas que (se) sirven para que la confrontación ‘Revolución-Represión’ se perpetúe?